6 feb 2009

DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS

DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS
Maurice Sendak
Edición Alfaguara Infantil, 2006

Este libro trata de: Imaginación, Familia, Mundos fantásticos
Propuesta de clasificación documental: AMARILLO/CUENTOS
Propuesta de signatura topográfica: AMARILLO/CUENTOS/SEN/don

Este es el análisis de este clásico de la literatura infantil que nos dejó Juan Herranz, ilustrador profesional. ¡Gracias, Juan!

Análisis iconográfico (según Juan Hernaz) Donde viven los monstruos es una obra que hemos de analizar desde la perspectiva de obra global, en la medida en que texto e ilustraciones son obra de un mismo autor.
1. Relación ilustraciones-texto (y viceversa) Partiendo de esta premisa, parece claro en este caso –aunque no tiene por qué ser siempre así– que la relación entre ilustraciones y texto posee una ambivalencia evidente. Por un lado, ambos elementos intercambian comunicación más allá de las palabras o de la correlación imagen-texto. Una obra que entra, por tanto, en un universo de sutiles concordancias, interpretaciones personales del autor y complementaciones que abren un camino a la imaginación del lector. Por otro, todo ello no obvia el hecho de poder realizar lecturas independientes de texto e imágenes sin que ambas pierdan sentido. Adquiere así, la ilustración, un papel esencial en la ejecución de la obra: podríamos realizar una lectura comprensiva de la misma obra prescindiendo del lenguaje escrito. Estos comentarios serán apoyados por el análisis siguiente, como veremos.
2. Desarrollo y secuencialización de las ilustraciones en la obra Las tres primeras ilustraciones contemplan las escenas iniciales en las que el protagonista (Max) aún está ubicado en el mundo real: sus trastadas y su castigo en la abitación (considero como primera ilustración aquella en la que Max está martilleando un “tendedero improvisado”). El tamaño creciente de estas tres primeras imágenes en cada página va preparando sutilmente al lector a la introducción en el mundo imaginativo del protagonista, hasta el punto de encontrar desarrollos a página completa, o doble página completa más adelante. Es una ventana que abre progresivamente la lectura hasta focalizarla en el mundo donde viven los monstruos, verdadero protagonista inicial de la obra (pero no el único, como veremos más adelante). Es decir, se mantiene un hilo argumental en la secuencialización de las ilustraciones que va más allá de lo escrito. En este sentido, el lenguaje visual resulta más complejo de lo que a simple vista se percibe, y, por tanto, más sugerente y enriquecedor. La cuarta y quinta ilustración, en las que su habitación se va convirtiendo en bosque, casi ocupan la página completa. No llega a los márgenes porque todavía la transformación del mundo real al onírico no se ha consumado. Sí será ya el caso de la sexta ilustración, donde todo es ya un bosque, y no queda rastro de la habitación de Max. Y así mantendrá Sendak la maqueta del libro (con ilustraciones a sangre, es decir, llegadas a los márgenes físicos de la publicación) hasta el final. Incluso es así en la última ilustración del libro, donde vemos nuevamente la imagen real de la habitación de Max. ¿Qué significa el hecho de que en esta imagen el autor no retroceda visualmente una ilustración más pequeña, como parecería lógico y concordante con el descrito mundo real? Aquí llegamos a la clave indiscutible de esta obra, y, sin duda, el eje argumental más sutil y reflexivo. En mi opinión, Sendak va más allá de lo escrito: el viaje de Max ha transformado su mundo. Ahora su mundo es más amplio. Se trata, por tanto, no sólo de un viaje anecdótico o puntual de la imaginación de Max, sino de toda una reflexión de cómo la imaginación, y la estimulación de la misma, puede ampliar nuestros horizontes vitales. Max no volverá a ser el mismo tras su incursión en el mundo donde viven los monstruos; tampoco lo será, lógicamente, su mundo. Su mundo ha sido ampliado y transformado. Y ello lo refleja Sendak con un recurso tan simple como ampliar el tamaño de las ilustraciones. Me he saltado a posta la descripción de la secuencia de ilustraciones de los monstruos (creía más importante reseñar el hecho anterior). En realidad, tampoco resulta mucho más importante comentar que las páginas de la “juerga monstruo” (tres dobles páginas completas, sin texto de apoyo), corresponden al desarrollo central del libro. Sí será interesante comentarlo más adelante, cuando hablemos de la composición de las ilustraciones.
3. Estilo, dibujo, color y composición de las ilustraciones Sendak es un más que hábil ilustrador. Su estilo parece haber nacido expresamente para realizar esta obra. Dotado de un sentido del dibujo heredado de la escuela más clásica (interpretación de las formas mediante líneas trazadas a plumilla), y con referentes en la recámara como William Blake (por su preciosismo) y Goya (por su expresividad y sentido de las formas) –como él mismo ha reconocido–, Sendak da rienda suelta a una imaginación capaz de dar cuerpo real a sus monstruos. Son los monstruos de Max, pero son los monstruos de Sendak y son, casi, “los” monstruos. Son seres corpóreos, en un mundo corpóreo. Para ofrecer ese sentido de realidad paralela, es preciso desarrollar un dibujo preciosista, detallado, donde cada elemento tenga sentido (casi un “realismo mágico”). Al fin y al cabo se trata de dar pistas para que el lector sepa que el mundo onírico de Max va más allá de un mundo irreal (volveríamos así a lo comentado en el apartado anterior). La gama de color y sus tonalidades y gradaciones no encuentran excesiva diferencia entre el mundo real y el onírico. Sendak nos da a entender que tan real puede ser el uno como el otro, y viceversa. Por su parte, el uso del color se subyuga al dibujo, como no podría ser de otra manera en un mundo tan pretendidamente “real”. Se trata de un uso descriptivo del color: el mar es azul porque así lo es en el mundo real, verdes las hojas de los árboles, dorada la corona de Max, de diversos colores los pelajes de los monstruos, sus garras blancas, sus ojos amarillos, etc. Contribuye a dar sentido corpóreo a ese mundo onírico. La composición de las ilustraciones siempre es adaptativa a la narración. Me explico: comenzamos por ilustraciones más estáticas: en las tres primeras vemos un predominio de líneas de composición horizontales (y alguna tímida diagonal que nos ayuda a ofrecer algo de movimiento,... si no sería un “rollo”). Concuerda, pues, con un mundo más “terrenal”. A partir de la cuarta, encontramos un progresivo aumento de líneas de composición vertical (abundan troncos de árboles, etc.). Las del viaje por barco fuerzan el inicio del dinamismo compositivo. Y en el momento en que aparecen los monstruos, poco queda que decir: son elementos de tal peso iconográfico que en sí mismos constituyen líneas de movimiento: sus brazos y piernas, la inclinación de sus cuerpos, sus poses tan teatrales, etc. El mundo onírico es muy movido... Y así nos lo hace ver el autor. Es un mundo de verticalidad (asociada a lo espiritual, a lo que está más allá del mundo real), y diagonalidad, dinamismo. Por otra parte, el abigarramiento de las imágenes alcanza su culmen en la tercera doble página completa de la “juerga monstruo”, acoplándose así al ritmo narrativo. Se elude el texto para dar paso al paroxismo de las imágenes en las que los monstruos en sí ocupan el 90% del espacio útil de las páginas, un hecho que, hasta el momento, no se había producido (obvia decir que deliberadamente por parte del autor). La doble página siguiente (en la que todos duermen, salvo Max), es una ilustración tranquila: se ha reducido el protagonismo de los personajes en la imagen, se permite apreciar más el paisaje, y se enmarca visualmente la reflexión de Max mediante el recurso gráfico de la tienda de campaña. Esta ilustración muestra el momento en que Max toma consciencia de que debe volver al mundo real, pero parece darnos a entender que Max (y con él, el lector) se percata de una transformación más sutil: la que es capaz de ofrecer la imaginación al mundo de cada día. Sendak nos invita a reflexionar al igual que reflexiona el protagonista. La despedida y el viaje de Max de vuelta, suponen un “desandar el camino andado”: vemos que pierden protagonismo las verticalidades y diagonales, a favor de ilustraciones más estáticas, hasta llegar a la habitación de Max que, aunque ahora es página completa, vuelve a tener cada cosa en su sitio (y la cena en la mesa camilla). En cualquier caso, nunca hablamos de composiciones extremadamente complejas: en realidad juega siempre con los elementos de manera muy lineal. No olvidemos que ello facilita una lectura más centrada en lo descriptivo que en lo compositivo, lo que abunda en la intención de Sendak de ofrecer corporeidad física al mundo de Max.
4. Descripción visual de los personajes y conclusión Pocos son los personajes que aparecen: Max y los monstruos. ¿Para qué más? No es necesario ver a la madre de Max para entender el libro. Sólo necesitamos al protagonista y sus mundos. Y, claro, los monstruos, que sí son esenciales. Así, Max es un niño disfrazado de monstruo (o viceversa...). Y los monstruos tienen cada uno sus rasgos distintivos que se mantienen a lo largo del libro: un monstruo con dos cuernos, otro con nariz gorda, otro con pelo-zanahoria rizado... Y son monstruos que constituyen un grupo reconocible de monstruos: aparecen en una página cinco, en otra tres, en otra cuatro de ellos..., pero siempre son esos monstruos. Es decir, son habitantes reales de un mundo real, que es el mundo onírico del protagonista. Como vemos, todas las convenciones visuales de que se sirve Sendak, no sólo las encauza hábilmente para cerrar una reflexión y promoverla en la mente del lector, sino que resultan imprescindibles a tal fin. En mi opinión ni sobra ni falta nada.

Aquí os ponemos un vídeo con la historia original en inglés:


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